martes, 27 de octubre de 2009

Soñar con la fama y el honor de Estado


Hoy me gustaría hablar de cómo lo que se quiere que sea y lo que es, al final un sueño o idea rara vez coinciden. Sirva de ejemplo que leyendo un artículo sobre los últimos días de la vida de Andrés Montes, la verdad que uno se plantea muchas cosas e incluso antes de haber comenzado prácticamente a caminar, ya se puede hacer a la idea de que nada o casi nada será como esperaba.

El destino siempre sabio y caprichoso en ocasiones, nos acaba por lanzar de un sitio a otro para llegar, quién sabe, si al camino esperado o no, como siempre con el fin de ser feliz. Realmente en cuanto a este concepto todos pensamos que sabemos a lo que nos referimos para catalogarlo en nuestra vida, pero después entre que la vida nos va dando palos, nos conformamos con menos cosas y disminuimos lo que le pedimos a la vida y a la nuestra en concreto, pues hombre, como que al final nos hacemos a la idea de decir eso de "así estoy feliz".

El señor Montes luchó, cumplió sueños, se desmadró, sufrió, lloró, procreó, vivió como cualquier otro mortal. Hasta aquí todo perfecto. Pero cuando lo miramos como "El gran Montes", "El gran comunicador". Lo elevamos a la categoría de mito. En realidad a nivel profesional por supuesto que percibimos eso y más que no se ve y que dicen de él los que han departido con él tardes y madrugadas de faena.

A lo que quiero llegar es que a veces queremos ver, ser, sentir, emular, igualar a esos profesionales que vemos en televisión y nos hacemos el concepto de que todo es muy fácil y que "lo valemos" para estar en ese lugar, pero no hemos de olvidar que somos personas como al que encumbramos y como tales, engloban más cosas aparte de las "X" horas que los veamos o escuchemos en radio y televisión. Más importante aún creo que es tener muy presente la idea de constancia y trabajo, ya que hoy a diferencia del pasado, "es más difícil mantenerse que llegar".

Honor por honor

Cambiando de tercio y para continuar con vidas pasadas, me fijo ahora en el que fuera secretario general y posteriormente Jefe de la Casa Real entre 1977 y 1993, Sabino Fernández Campo.

La frase que va ligada a él es la de "vale más por lo que calla que por lo que habla". Algo muy cierto y que ha hecho de él una persona muy valiosa y discreta, como en muchos sitios "donde cuecen habas" casi siempre el que menos mérito se lleva es el que más hace para que engrane perfectamente.

91 años, gran mayoría de ellos al servicio de España, y tal como muchos han defendido, ha permanecido siempre en segundo plano incluso después de su salida de la Casa Real, por una "cuestión de honor", algo en desuso.

Hago especial hincapié en estos dos personajes debido a su calado y repercusión en diversos ámbitos y momentos de la sociedad. Ambos han sido decisivos en sus facetas, alabados y también cuestionados, pero al final nos enteramos de la mitad de lo que ocurría en torno a ellos porque en definitiva la palabra que mejor los define es profesionalidad y buen hacer.

Nos falta tanto a los jóvenes de hoy por aprender de los valores que copaban a estos personajes, de la capacidad de sufrimiento y entrega y más importante aún; de saber y querer ser "lo de dentro" antes que dejarnos llevar por "lo de fuera", que en realidad es con lo que nos quedamos a simple vista y con lo que nos encaprichamos, con lo fácil. En la vida, hasta donde he aprendido, nada es fácil y si lo parece es que es mentira.



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